martes, 2 de diciembre de 2014

HABÍA UNA VEZ UN RENO


Queridos soñadores, ya estoy de regreso y empezamos con un cuentito navideño para los más pequeños :D
 
HABÍA UNA VEZ UN RENO


Había una vez un reno, en un solitario y nevado terreno
Buscando paja y un poco de heno.
Estaba muy solito el pobrecito
y su barriga rugía como un leoncito.

Había caminado por horas y horas
Sin notar que ya había despuntado la aurora
De pronto a lo lejos observa el reno una baya roja
¡Se ve tan jugosa, muy apetitosa!

¡Corre el reno! ¡corre veloz!
No sea que le quite la baya un ave atroz
Llega saltando de contento el reno, casi feroz
Para devorar su merecido almuerzo
Pero ¡oh sorpresa!
La baya roja no es una baya ¡sino una nariz!

¡OUCH! Se oye una voz decir.
¡Hey amigo me vas a dejar una cicatriz!
Nuestro reno se asusta y huye como una perdiz
Pero se da cuenta de que la mordida nariz pertenece a otro reno
Uno muy dulce, tierno y feliz.


Me llamo Rodolfo, dice el reno de la nariz roja
Mientras come unas jugosas hojas
¡eres muy rápido amigo!
Casi tanto como un haz de luz
Nosotros somos ocho renos,pertenecemos todos a Santa Claus
Pero nos hace falta otro reno ...
Uno que sea el noveno.

¿Y qué hacen los renos de Santa Claus? -Dice curioso nuestro reno-
¡Ah! ¡llevamos por el mundo su trineo!
Va cargado de regalos para los niños amables y buenos
Les dejamos sus regalos en la víspera de Navidad
Para que por la mañana estén llenos de felicidad.

¡Que bonito debe ser recorrer el mundo, regalando sonrisas
en una noche mágica llena de risas!
¡Que bonito debe ser surcar el cielo con otros renos!
¡si, si quiero ser el noveno reno!

Y así se reunieron en una nevada mañana los nueve hermosos renos.
Los renos mágicos de Santa Claus.
Allí estaban Acróbata, Bailarín, Bromista, Relámpago, Alegre, Trueno, Cupido, Rodolfo y por fin el tan esperado noveno reno que llamaron Cometa

Y Cometa ya no estaba solito, ni pobrecito
Ni su barriga rugía como un leoncito
Pues en los establos del mágico pueblo navideño de Santa Claus
Había muchas bayas rojas, bien jugosas y apetitosas.
También había fresco y suave heno
Y a veces hasta caramelos.

Aquella Navidad se vio a los nueve fabulosos renos surcar el cielo
Con todo y trineo
Mientras Santa se reía a todo lo que le daba su barriga
¡jo, jo, jo, jo! Se escuchaba ¡paz en la tierra a los hombres, a los niños y a los renos de buena voluntad!
COPYRIGHT© 2014 ELIZABETH SEGOVIANO TODOS LOS DERECHOS RESERVADOS

viernes, 19 de septiembre de 2014

UN POCO DE MAGIA

Queridos soñadores,
El cuento que están por leer fue escrito exclusivamente para el blog ARTISTAS UNIDOS CONTRA LA LEUCEMIA, 
http://artistasunidoscontraleucemia.blogspot.mx/
proyecto del que formo parte desde hace algún tiempo, un blog en el que todo mundo puede participar con cuentos, poemas, canciones, videos o ilustraciones que nos ayuden a consientizar sobre la importancia de la donación de médula y de la lucha de los valientes pequeños guerreros que batallan contra la leucemia. Como muchos de ustedes saben este proyecto fue iniciado por mi amigo Oliver (que en paz descanse y que nos sonríe desde las estrellas) pero ha sido continuado por dos ángeles guardianes, Pablo y Javier a quienes agradezco que sigan permitiéndome participar en este importante y hermoso blog, así que los invito a que visiten el blog y si así lo desean participen activamente en el, ya sea leyendo y comentando o aportando cuentos o poemas para hacer crecer este proyecto, espero disfruten el cuento xoxo  Eliz, aspirante a escritora, brujita soñadora.

UN POCO DE MAGIA
Autora:Elizabeth Segoviano copyright ©2014 
TODOS LOS DERECHOS RESERVADOS



La magia siempre ha existido ... y siempre lo hará ... únicamente tienes que creer en ella y darle un poco de ti, eso era lo que siempre había pensado Nicholas, un joven aprendiz de mago ... o al menos eso le gustaba pensar que era, pues aunque tenía muchos libros de magos muy famosos, nunca había conocido a uno.
Nicholas practicaba todo el tiempo; “abracadabra” tan pronto despertaba, “alakazum, alakazam” a la hora del almuerzo, “pikiti, pakiti pu” entre clases, “hokus pocus” a la hora de la comida, “briki, brik” toda la tarde, “nada por aquí, nada por allá” mientras hacía sus tareas, e incluso cuando las manecillas del reloj comenzaban a marcar la medianoche, y los párpados de Nicholas se sentían tan pesados como los libros de magia que tenía, se le escuchaba decir “abrakazum, alakapikituhokusbrikiti nada por ábrete sésamo” ...
Y cuando Nicholas soñaba ... ¡exacto! Soñaba con trucos de magia y que actuaba en grandes teatros repletos de gente que se maravillaba ante su mágico talento.
Dicen que los sueños pueden llevarnos a lugares que nunca imaginamos, y por ello el buen Nicholas se empeñaba en realizar su gran sueño de convertirse en mago, así que una hermosa tarde soleada de verano nuestro mágico amigo salió al jardincito afuera de su casa y con cortinas y manteles que le había prestado su mamá, armó un escenario, dispuso algunas sillas de plástico y se enfundó en uno de los elegantes trajes negros de su papá, que aunque le quedaban algo grandes le daban ese aire misterioso que buscaba, se hizo un sombrero de copa con un poco de cartón y se ató una capa que había improvisado con uno de los viejos vestidos de su hermana. Se echó un último vistazo al espejo, sonrió, respiró  hondo y anunció a todo pulmón : ¡EN UNOS MINUTOS VENGAN A PRESENCIAR AL GRAN MAGO NICHOLAS EL MISTERIOSO, ES MEJOR QUE HOUDINI, MEJOR QUE MERLIN Y MEJOR ... MEJOR VENGAN AL ESPECTÁCULO QUEDAN POCOS ASIENTOS! ¡ EN TAN SOLO MINUTOS EL GRAN MAGO NICHOLAS EL MISTERIOSO LOS MARAVILLARÁ! ¡PASEN, PASEN QUEDAN POCOS ASIENTOS!
En minutos la familia del simpático Nicholas ocupó la mitad de los asientos y algunos vecinos curiosos la otra mitad ¡y el espectáculo comenzó! Nicholas llevó a cabo sus mejores trucos de naipes, el truco de aparecer una paloma y cambiarla por flores y luego las flores por un conejito y luego el conejito por un conejo de chocolate, y todo le salió a la perfección y su familia y vecinos le aplaudían y vitoreaban cada truco con gran alegría,
-            ¡Ahora para el gran final, yo, el gran y poderoso Nicholas el misterioso haré desaparecer a mi hermosa asistente!
-            ¡Y también me hará reaparecer! –dijo su hermana con una gran sonrisa y un guiño–  ¡o si no yo lo haré desaparecer!

La muchachita entró en la caja y esperó por la señal de su hermano como lo habían ensayado para ocultarse en el compartimento secreto y luego regresar en cuanto Nicholas dijera las palabras mágicas.
-            ¡y así, la bella dama ha desaparecido! –su público aplaudió en suspenso- y ahora con unos cuantos pases mágicos y las palabras secretas ... hmm las palabras secretas ... hmmm ... hokus pocus aparécete locus ...
-            ¡esas no son las palabras mágicas! –gritaba su hermana mientras el público reía-
-            shhh, ya sé pero ... se me olvidaron ¡ya sal!
-            ¡no puedo! ¡sin las palabras mágicas no puedo regresar!
-            Hmmm ... ábrete ... ¿caja?
-            ¡no!
-            ¡oh ya se! ¡abracadrabra patas de cabra que regrese mi adorable y loca hermana! A la una, a las dos, a las tres! – todo el público aplaudió y vitoreo al mago y su adorable asistente.

Entre aquel alegre público se encontraba Lía, una niña con una enorme y dulce sonrisa y expresivos  ojos color miel que, en cuanto el resto de los asistentes se marcharon se acercó sin vacilar al gran mago Nicholas.
-            ¡Eres espectacular! –opinó Lía–
-            ¡Gracias! Me falta mucho  para ser un gran mago ... y también me hace falta una nueva asistente ... ¿ a ti te gustaría ser mi asistente?
-            ¿Yo? ¿de verdad?
-            ¡Claro!
-            ¡Seguro!

A partir de aquel día Lía y Nicholas pasaban todas las tardes practicando trucos de magia e ilusiones cada vez más complicados que les salían a la perfección; pronto ya eran conocidos en todo el barrio, y sus presentaciones en el jardín ahora eran muy concurridas.
Sin embargo, una tarde Lía no llegó a ensayar, y tampoco llegó la siguiente tarde, ni la siguiente. Ante su ausencia, Nicholas se preocupó y fue a su casa, donde se enteró que Lía estaba en el hospital, así que nuestro amigo enfiló sus pasos hacia el hospital enfundado en su traje de mago, al llegar a la habitación que Lía compartía con otra niña empezó una pequeña función donde les apareció flores  y les hizo trucos de naipes y bromas hasta que las dos niñas se retorcían como gusanitos de tanta risa.
-            Lía – dijo Nicholas–  ¿cuándo vas a salir?
-            No estoy segura ... disculpa que no pude ir a ensayar
-            No te preocupes por eso ... pero ... te vas a aliviar pronto ¿verdad?
-            Dicen que necesito una medicina muy especial ...
-            ¿Qué clase de medicina?
-            Una que solo otra persona puede darme ... es un poco como magia Nicholas, si alguien me da un poquito de magia, entonces podré aliviarme.

Nicholas regresó a casa, donde sus padres le explicaron que Lía necesitaba un donador de médula ósea, esa era la magia de la que hablaba ...

¡La magia siempre ha existido ... y siempre lo hará ... únicamente tienes que creer en ella y darle un poco de ti! Las palabras que Nicholas siempre se había dicho, ahora cobraban un  nuevo sentido ... magia, si ¡pero magia real!

Al otro día Nicholas ofreció otra de sus presentaciones, pero esta vez no esperó a que la gente aplaudiera, esta vez Nicholas el gran mago, le pidió a su público que le diera magia a Lía.
Y así lo hicieron, algunas personas tenían miedo, pero Nicholas les explicó que no había nada que temer, y sí mucho que ganar, pues con un pinchazo se podía extraer la médula que podía salvar a Lía y a muchos otros pequeños, para que todos pudieran seguir esparciendo su magia por el mundo. Donando un poco de ti la magia se convierte en esperanza, la esperanza en fuerza y la fuerza en vida.

La magia existe, y tu puedes ser parte de ella al convertirte en donador de médula.

martes, 9 de septiembre de 2014

LA PEQUEÑA GRAN HISTORIA DE ESTORNUDO

LA PEQUEÑA GRAN HISTORIA DE ESTORNUDO
Elizabeth Segoviano Copyright©2014


Incluso los seres pequeños pueden tener grandes historias, y llevar a cabo increíbles hazañas ... eso es lo que pensaba Estornudo, uno de los últimos grandes dragones que existen ... bueno, Estornudo no era grande, pero sí que era un dragón, bastaba verlo estornudar para saberlo, pues cada vez que lo hacía salían sendas llamaradas de su nariz y su bocaza, que era muy grande para un dragoncito de su talla.
El problema residía en que Estornudo era alérgico a todo ... está bien, quizá exagero; estornudo solo tenía alergia de las flores ¡todas! (hasta de las de plástico) también era alérgico al maní, a las fresas, frambuesas, zarzamoras, a las manzanas, al polvo, al perfume, al jabón de color azúl, a la lana, al poliéster, al pescado y los mariscos, al queso roquefort (¡pero al cheddar no!) a los pájaros y sus plumas, al pasto, al agua del grifo, a los gatos, los insectos, los perros ... bueno a los perros no, a ellos solo les tenía pavor. Le tenía alergia a las hadas, a los duendes, e incluso a los elfos de santa Claus. También a las cosas navideñas ... pero sólo cuando estaban hechas de plástico chino ... en fin, total, estornudo era alérgico a casi todo, y aquello había provocado muchos incendios, por lo que no era muy querido, y no lo invitaban a las fiestas, ni a los días de campo ... ¡aunque a las parrilladas sí! Pero esas sólo eran en verano, cuando había muchas abejas y polen por doquier y eso le causaba mucha alergia y Estornudo prefería no ir.

Estornudo había buscado la ayuda de los doctores, pero ellos al ver que era un dragón ... (uno pequeño, pero todo un dragón) le tenían miedo y no querían ni verlo, aquello hacía llorar a estornudo y las lágrimas le daban alergia y pufff el resultado había sido una docena de médicos chamuscados.
Entonces el buen Estornudo decidió llevar un cubre bocas hecho de un suave material hipo alergénico y limpiaba toda su casa constantemente con jabón morado ... que ese no le hacía  estornudar y pasaba los días trabajando en su computadora diseñando páginas web, porque ni las computadoras ni el internet le hacían estornudar.
Así descubrió un blog llamado “manual de dragones, la guía dracónica que todo dragón debe leer”. Estornudo disfrutaba mucho leyendo de aquella información que pensaba era inventada, porque le parecía muy pero muy poco probable  que el blog de unos niños contuviera alguna verdad.
Cada viernes los niños actualizaban su blog, en el hablaban de las diferentes razas de dragones, de los grandes dragones que habían existido en la historia, hacían dibujos y esquemas de sus alas, hablaban de la comida favorita de los dragones, de sus pasatiempos, sus costumbres etc, etc, etc.
Y cada viernes nuestro dragón leía muy entretenido la información y dejaba un comentario siempre firmando como Estornudragón,
Pero llegó un viernes sin nueva información y luego otro y luego otro, aquello le parecía curioso al dragoncito, quien ya se había encariñado con los autores de ese blog y los extrañaba, pero pensó que quizá se habían cansado de hablar de dragones, sin embargo una vocecita en la cabeza de Estornudo le decía que algo no estaba bien, así que mandó este mensaje :
Queridos draconólogos,
Extraño mucho sus historias y su útil información, espero vuelvan pronto, saludos, Estornudo, el dragón.
Al firmar así su mensaje nuestro amigo dio a entender que el era en realidad un dragón y unas horas después le llegó esta respuesta :
Estornudo dragón ....
Si quieres volver a saber de tus amigos draconólogos entrometidos ven solo al viejo campanario de nuestra señora de las sagradas palomas rechonchas, si no vienes puedes despedirte de tus amiguitos.
Atentamente Sir DrakonBlackenTongue.

Al leer aquellas palabras Estornudo se sobresaltó ¿acaso aquello era una broma? ¿de verdad estaba pasando? ¿era posible? ¿y porque aquel extraño nombre le sonaba tan familiar?
Nuestro dragón decidió teclear ese nombre en el buscador y de inmediato vio porque le era conocido, DrakonBlackenTongue era el nombre de un antiguo dragón que había acechado buena parte del viejo continente, sus fechorías habían sido documentadas en libros medievales ahora perdidos y los amigos de Estornudo habían hablado de él en su última entrada.
Estornudo decidió que esa bizarra situación era total, descabellada y completamente cierta, así que reunió toda la información importante que pudo y tomando su mochila y dos cubre bocas hipo alergénicos se encaminó al viejo campanario de las sagradas palomas rechonchas.

Aquel torreón abandonado era macabro, oscuro y lleno de telarañas, con ruidos extraños que salían de cada rincón, pero Estornudo estaba decidido a rescatar a los chicos así que se abrió camino con una linterna en una mano y su spray desinfectante en la otra.
¡DrakonBlackenTongue! –gritaba Estornudo– su voz recorrió el lugar con un eco escalofriante ... esperó unos segundos y volvió a gritar ¡DrakonBlackenTongue! ... de nuevo el eco que parecía envolverlo como los vendajes envuelven a las antiguas momias, luego de un momento por fin escuchó unos murmullos apagados al final de un corredor retorcido y polvoso.
-            Es Sir, Sir DrakonBlackenTongue, un título que me gané –Estornudo se ocultó entre los ladrillos faltantes de una pared, trató de calmarse abrió cuidadosamente su mochila e intentó sonar como un verdadero dragón-
-            Un título noble sin duda, título que te otorgaron  hace siglos por haber protegido un reino, en una época en la que tenías honor, pero esos tiempos según veo han quedado atrás porque ¿qué clase de Sir amenazaría a unos niños? ¿qué honor hay en eso? El código dracónico es muy simple, un dragón debe ser justo, proteger a los débiles e inocentes y ser honorable ¡ahora no eres más que un vulgar delincuente!
-            ¿Honor? ¿tu me hablas de honor? ¿qué honor tienen esos chiquillos pretenciosos que se hacen llamar draconólogos? ¿qué derecho tenían de contar nuestros secretos y exponer nuestras historias?
-            ¡Sólo son niños! ¡niños inocentes que admiran a los dragones! ¡niños que soñaban con las antiguas eras en las que los caballeros y los dragones protegían los reinos! ¡niños que no tenían nada más que admiración por un legendario dragón mítico llamado Sir, DrakonBlackenTongue!
-            Esos niños se atrevieron a escalar mi montaña, buscaron mi guarida, tomaron fotos y todo lo pusieron en su tonto blog, en un abrir y cerrar de ojos tenía gente extraña tratando de llegar a mi guarida ... en cualquier momento te buscarán a ti también y terminaremos en uno de esos monstruosos laboratorios rodeados de médicos y científicos crueles y chiflados que querrán abrirnos en dos para estudiarnos; si quieres que te regrese a esos niños babosos tendrás que pasar sobre mi cadáver.
-            Sir DrakonBlackenTongue ... un nombre grandioso para un dragón grandioso, es increíble que tengas miedo de unos niños, pero si así lo quieres ... ¡que así sea!

Estornudo salió de su escondite y cuando Sir Drakon lo vio emitió una carcajada que podría haberle dado la vuelta al mundo, el dragón Estornudo no era más grande que una lagartija, era escuálido, pálido, usaba gafas y bufanda y sostenía una ridícula espada de cartón y una botella de desinfectante.

-            ¿Acaso vas a desinfectarme hasta morir? ja jajaja ¡con ese ridículo nombre debí suponer que no eras más que un remedo, una burla de dragón! ¡ahora lárgate y déjame con mis asuntos!
-            En este caso Sir Drakon, sus “asuntos” son mis asuntos – entonces Estornudo desplegó sus diminutas alas y volando hacia el rostro del inmenso dragón roció el desinfectante justo en los ojos, Sir Drakon chilló y se alejó frotándose los irritados y llorosos ojos, pero Estornudo no retrocedió, se arrancó los cubre bocas y metió su gran bocaza en la mochila, adentro había guardado un ramillete de dientes de león, la flor a la que era más alérgico, también metió unos adornos navideños acabos de traer desde china, un puñado de frambuesas, una bolsa de jabón azul, un suéter de lana y un kilo de pimienta de shezuan, los olores de aquella mochila se metieron en lo más profundo de la nariz de Estornudo, y éste se retorció, gruñó, brincó, aulló, hizo bizcos y su panza comenzó a inflarse más y más como si fuera un globo de fiesta, ante tal espectáculo Sir Drakon quedó desconcertado, y cuando quiso salir de ahí un estornudo de dimensiones épicas salió volando a un millón de kilómetros por hora, de la nariz y la bocota de Estornudo, las flamas que de él provenían eran gigantescas, y de todos colores. Y no dejaba de estornudar.
-            Aaaaaccchuuuuuuuuuuuuuuu, aaaaaaaccccchhhhhuuuuuuuuuuuuu
Cada estornudo traía más y más flamas que envolvían a Sir DrackonBlackenTongue, quien no podía ver por donde caminaba, el calor era insoportable como si estuviera en las entrañas de un volcán y solo atinó a cubrirse el rostro.
-            ¡me rindo! ¡me rindo! ¡me rindo! ¡me rindo! –decía lloroso-
Después de escuchar aquello nuestro valiente dragoncito Estornudo, sacó de la mochila un frasco de loción de menta, lo único que podía calmar sus alergias, y el último accchuuuu fue uno llenode mocos de colores que apagó todas las llamas.
-            ¿En dónde están los niños?
-            ¡Ay, ay, ay de mí!- decía chamuscado Sir Drakon- nunca había sentido un calor como ése ¡y yo soy un dragón! ¡ay, ay, ay, ay de mi! ... ¡tus amigos draconólogos están en el sótano! .... ¡ay, ay, ay, ay de mi! ...
-            Cálmate, y ven conmigo, te quedarás en mi casa hasta que te sientas mejor y te encontremos una nueva montaña, les pediré a mis amigos que digan que todo lo que escribieron eran historias que inventaron, y que las fotos de tu guarida estaban hechas en computadora, después de todo no queremos terminar en un frasco de laboratorio ... pero ya no te diré Sir, no mereces ése título, deberás ganártelo otra vez.
-            ¡Ay, ay, ay, ay de mi! ... está bien ... no me comporté como un buen dragón ¡ay, ay, ay de mi! ....

Aquel día nuestro pequeño gran héroe rescató a los niños y juntos buscaron un nuevo hogar para el viejo DrakonBlackenTongue, quien le dio su título de Sir a nuestro amiguito ... Sir Estornudo, guardián de los niños, gran devorador de libros y comentarista de blogs y fanático del desinfectante morado.





jueves, 4 de septiembre de 2014

CONEJITO MIRA LA LUNA

CONEJITO, MIRA LA LUNA
Elizabeth Segoviano Copyright©2014 TODOS LOS DERECHOS RESERVADOS

En un valle distante había construído su madriguera una mamá conejo, y ahí tuvo un pequeño conejito que era lindo, curioso y travieso, era esponjoso, ruidoso y también cariñoso.
Pero con el paso del tiempo el conejito inquieto ya lo había recorrido todo, cada agujero, cada rama, cada hoja y hasta el arroyuelo.

Y el conejito lloraba cada mañana al ver que seguía en ese inmenso valle verde y frondoso que tenía árboles frutales y muchas aves que trinaban canciones ancestrales.
Mamá conejo lo abrazaba y le daba besitos esquimales, le hacía cosquillas en la barriga y le daba a morder dulces raíces florarles.
Pero conejito no quería comer, conejito lloraba porque quería viajar, explorar lugares que solo podía soñar.

Ya habrá tiempo para eso, decía mamá conejo, cuando seas más fuerte y te hagas mayor irás a donde quieras, pero aún eres mi conejito soñador y te quedarás conmigo porque eres pequeño e indefenso, eres distraído y aún no sabes nada  del mundo exterior.
Entonces mamá conejo le contaba cuentos de la luna y de esa gran mancha que tenía que parecía un conejo como él, y solo así el conejito se contentaba y se dormía, mirando la luna ... a quien su mamá conejo llamaba mamá luna.

Mas ocurrió un día que a las orillas del frondoso valle se escucho un rugido raro, y conejito corrió a ver que ocurría, era un camión enorme el que rugía y conejito se trepó en él para ver porque gruñía.
Entonces el camión se sacudió, tosió y arracó a toda velocidad con todo y conejito quien sorprendido se carcajeaba y decía : ¡adiós, adiós valle aburrido! ¡adiós adiós señor buho y señor topo! ¡adiós, adiós peces del arroyo! ¡adiós, adiós días aburridos! ¡me me voy, me voy a recorrer el mundo y ser aventurero! ¡no más conejito soñador! ¡soy un explorador!

Sobre el camión observó el conejito muchos caminos, bosques y un lago, luego una gran carretera que se doblaba como una serpiente y después observó a una ciudad iluminarse mientras caía el atardecer.
Aquel lugar era como un laberinto, lleno de ruidos y gente corriendo.
Nadie escuchaba ni era amable o atento, y conejito comenzó a sentir miedo.
Entonces respiró hondo y miró el cielo, ahí estaba mamá luna con su mancha de conejo y conejito sintió un hueco en el pecho.

Se había alejado del valle pero también de su mamá, de repente solo quería estar en su madriguera de suave paja escuchando los cuentos de la luna en la dulce voz de su mamá. 
Conejito se asustó, no sabía como regresar ... se dio cuenta de que en verdad era demasiado pequeño y que necesitaba alguien que lo cuidara.
Conejito lloró y sollozó mirando la luna, sabía que en algún lugar lejos, su mamá conejo estaba mirando la luna preguntándose donde estaría su conejito soñador.
Pero mamá conejo era muy inteligente y le había pedido a los mirlos del campo que siguieran al camión y ellos le dijeron en donde estaba su conejito soñador.
El señor búho que todo lo había visto le ofreció sus alas a mamá conejo y volaron juntos a través de bosques y lagos, y siguiendo la carretera que parecía serpiente hasta llegar a la ciudad.
Y ahí, junto a un enorme camión que ya no rugía estaba conejito soñador, con lagrimones corriendo por sus mejillas peludas y su barriguita gruñendo de hambre, gruñendo por unas verduras.
Mamá conejo se estiró y tomó en sus brazos al conejito que se aferraba a ella y le decía que nunca jamás querría dejar de nuevo el valle.

Al llegar a su madriguera , mamá conejo arropó a su conejito, le dio besitos esquimales y le dijo : conejito soñador, cuando seas mayor podrás hacer todo lo que desees, podrás ser un gran explorador, astronauta, un marino o un gran investigador, pero aún eres pequeño y no pudes estar solito en un mundo tan inmenso.

Conejito suspiro y dijo que no quería volver a estar sin ella, porque estar sin ella le hacía sentir un hueco gigante en el pecho.
Conejito soñador, decía mamá conejo, yo estaré contigo aún cuando tu estés lejos, cuando mires a mamá luna, la estaré mirando yo, cuando veas su mancha de conejo piensa que soy yo para darte las buenas noches y cuando yo la vea pensaré que eres tú para darme las buenas noches.
Tu y yo nunca estaremos separados, pues aunque seas un gran explorador, tendremos la luna llena, incluso la luna menguante y sabrás que en su tenue brillo viaja todo mi amor.
Conejito, mira la luna, y sueña que eres explorador, y cuando te hagas mayor y seas explorador, mira la luna y sueña que estás conmigo en nuestro valle y te doy besitos esquimales.
Conejito mira la luna y estaremos juntos como hoy, como siempre, te lo prometo yo.


sábado, 30 de agosto de 2014

FLOR SE QUEDÓ SIN LETRAS

FLOR SE QUEDÓ SIN LETRAS
 Copyright ©Elizabeth Segoviano 2014 TODOS LOS DERECHOS RESERVADOS

Flor era una niña de apenas siete años, y era casi como todas las niñas de siete años, era curiosa, traviesa, inteligente, parlanchina, tierna y a veces, también hacía berrinches; sin embargo había algo que hacía de Flor una niña un tanto diferente, a ella le gustaba escribir y contar historias ¡y eran muy buenas! Aquella habilidad la había heredado de su querido abuelo Marcus, quien le había contado historias desque Flor se encontraba en la barriguita de su mamá, y por ello Flor había nacido llena de letras en su mente, letras que se convertían en palabras, palabras que se convertían en frases y frases que formaban hermosas historias de hadas y héroes, de espadachines y brujas, de animales mágicos  y alfombras voladoras, de elfos y calabazas mágicas y cientos, miles de bellos personajes brotaban de sus palabras.
Y cada noche el abuelo Marcus y Flor se tendían bajo las estrellas a inventar historias que escuchaban atentamente las luciérnagas y los grillos, las flores, la luna, los gatos en los tejados y por supuesto, las estrellas, que sonreían y titilaban de alegría al escuchar a Flor.
Además en el colegio nuestra pequeña cuenta cuentos era muy popular, pues sus amigos siempre le pedían les contara alguna historia de misterio o grandes aventuras, algo de piratas o de dragones y princesas, y claro, eso a Flor le encantaba.
Pero lo que más amaba Flor era pasar los domingos sentada en las rodillas de su abuelo mientras tipeaban juntos sus historias en su antigua y ruidosa máquina de escribir. A cada tanto quitaban la hoja y Flor se encargaba de hacer algún lindo dibujo que acompañara las historias, pues Marcus y ella querían hacer muchos libros con todos sus cuentos, hacer una biblioteca entera que pudiera disfrutar todo aquel que amara las historias tanto como ellos.
Sin embargo, a veces en la vida pasan cosas que no son como en las historias, pasan cosas que nadie quiere que pasen, pero pasan de todas formas, y el abuelo Marcus enfermó, pasó muchos días en cama hasta que una noche tibia y clara cerró los ojos y se fue a ese lugar donde nacen los sueños, a ese lugar del que todos venimos pero no alcanzamos a recordar, se fue allá donde nacen las estrellas, allá donde terminan su viaje las libélulas, allá donde las estrellas fugaces se convierten en una cascada de luz, allá donde nuestros corazones fueron creados.
Desde aquel momento algo en el interior de Flor se descompuso, su corazoncito de siete años se quedó con un gran vacío, era como esos inmensos agujeros negros que pasean por el universo, Flor sentía que por ese hueco se le escapaban sus letras y solo quedaba un montón de nada.
Con el paso de los días Flor dejó de contar historias, tampoco las tipeaba ni hacía dibujos, era como si todas las palabras del mundo se hubieran borrado, y por las noches el jardín quedó en silencio y los grillos, las hadas, las flores la luna y las estrellas se preguntaban porque Flor ya no contaba historias.

Después de un tiempo los amigos y los papás de Flor le pedían que les contara cuentos, que siguiera haciendo esa gran biblioteca con la que tanto habían soñado ella y su abuelo, y entonces Flor sintió algo diferente en su corazón era como una chispita que intentaba encenderse pero no lo lograba del todo, parecía que tuviera dentro una cajita con cerillos mojados, o un  motor descompuesto, pues cada vez que la pequeña tomaba lápiz y papel y escribía “Había una vez” o “Sucedió hace mucho tiempo” ya no podía escribir más ... ¡de verdad ya no tenía letras en su interior!
Con cada intento la niña escribía menos y menos, el había una vez se convirtió en “Había un...” el sucedió hace mucho tiempo quedó en “Sucedi ...” y así hasta que solo pudo escribir una “H” o una “S” y luego ni siquiera eso, después intentó escribir el abecedario pero solo pudo escribir “A” , en ese momento decidió que sería mejor contar las historias sin escribirlas, así que reunió a su familia y amigos en el jardín y empezó a decir “En un reino muy, muy lejano” ... todos estaban mirándola atentos, sonriendo, esperando escuchar una fabulosa historia, pero Flor por alguna razón no podía continuar, respiró profundo aclaró su garganta y lo intentó nuevamente “En un reino” ... hmmm ... “ En un rein”... coff coff “En un” ...
Entonces lo que Flor temía sucedió … ¡TAMBIÉN SE QUEDÓ SIN VOZ!
Todos los presentes se sorprendieron, no sabían que había pasado, tal parecía que lo que Flor pensaba era completamente cierto ¡SE HABÍA QUEDADO SIN LETRAS!
Los médicos no encontraban una explicación y le recomendaron que descansara y bebiera mucho té con miel.
Flor estaba triste, la chispita en su interior no encendía, el motor que la hacía contar historias solo echaba humo, sus letras se le habían escapado por un inmenso hoyo negro y todo lo que tenía era silencio.
Después de buscar alguna respuesta por largo tiempo Flor decidió leer muchos libros, todos los que pudiera, leía y leía devorando un libro tras otro, y pensó que tampoco le haría daño comer mucha sopa de letras que a su mamá le quedaba tan rica, y cereal de letras también, pues ella quería volver a llenar ese hueco en su corazón con muchas letras a ver si así podía contar historias una vez más.
Así pasaron muchos días que se convirtieron en meses y poco a poco, muy de a poquito, Flor pudo hablar otra vez, pero por más que lo intentaba no podía contar historias, pero ella seguía desayunando letras, comiendo letras, y leyendo todo lo que podía. Hasta que una noche Flor se dio cuenta de que había pasado todo un año desde que su abuelito ya no estaba, y esa noche de luna llena Flor salió al jardín y se tumbó sobre el césped a mirar las estrellas como solía hacerlo y guardó silencio, se quedó muy calladita ...
en ese momento lo escuchó, parecía ser un murmullo, pero luego descubrió que eran sollozos, miró a su alrededor y notó que las pequeñas hadas del jardín y los grillos, los caracoles, las flores, la luna y las estrellas eran quienes estaban sollozando, Flor preguntó porque lloraban y todos dijeron al unísono ¡porque ya nadie nos cuenta historias! Aquellas palabras le hicieron un nudo en el estómago a Flor, se le llenaron los ojos de lágrimas y se metió corriendo a la casa, cerró de un golpe la puerta de su habitación y uno de los manuscritos que había hecho con su abuelito Marcus cayó del librero, Flor lo recogió y lo acarició con mucho cuidado, empezó a hojearlo y a leer lo que con tanto cariño e ilusión había mecanografiado con su abuelo por tantos domingos, y justo al final del manuscrito había otra hoja, escrita a mano, era la letra de su abuelito y decía “ mi pequeña, quizá no puedas verme más, pero no significa que no esté contigo, pues soy cada letra y cada frase que alguna vez escribimos, soy el ruidoso ritmo en las teclas en nuestra desvencijada máquina de escribir, soy el olor a papel y tinta, soy los colores de tus acuarelas, soy el suave césped sobre el cual te recuestas, soy alguna estrella que te mira esperando me cuentes más historias, soy un trocito de tu corazón, aquel que se alegra cuando imaginas un nuevo personaje y una nueva aventura, soy tu historia y soy tus recuerdos, voy contigo en tu cartera cuando garabateas una frase nueva, soy el ruidito que hace tu lápiz cuando escribes de prisa para que no se te olvide alguna idea, sigo contigo mi pequeña, cuando tu quieras nos encontraremos en una página en blanco, en una historia nueva, en otra noche de luna llena”.
Al leer eso, Flor lloró, pero eran lágrimas felices porque como siempre, su abuelito tenía razón, él estaba ahí con ella, en las letras, en cualquier lugar a donde ella mirara e imaginara un relato nuevo, Flor abrazó su manuscrito lo guardó y desempolvó su máquina de escribir y como por arte de magia las historias fluyeron otra vez, caían como lluvia fresca sobre el papel, y de nuevo salió a leer bajo las estrellas para hacerlas reír pues ahora sabía que alguna de ellas era su abuelito que esperaba ansioso otra historia, otra aventura, otro cuento para seguir riendo.
La chispita en el pecho de Flor por fin había encendido, su motor giraba a toda velocidad, el hueco por el cual se habían escapado sus letras se había cerrado y ahora podía llenarlo con historias.